MIGUEL HERNÁNDEZ POETA: BIOGRAFÍA / joan pàmies

INICIÁNDONOS EN EL CONOCIMIENTO DE NUESTRO POETA

Wednesday, February 22, 2023

 

Toda la poesía

  

Poemas sueltos, I
Perito en lunas
Poemas sueltos, II
El silbo vulnerado
Imagen de tu huella
El rayo que no cesa
Poemas sueltos, III
Viento del pueblo
Poemas sueltos, IV
El hombre acecha
Cancionero y romancero de ausencias
Poemas sueltos, V
Poemas últimos




Wednesday, February 15, 2023

 

Poemas y prosa

             toda la poesía                                                               Te me mueres de casta y de sencilla...

Te me mueres de casta y de sencilla...
Estoy convicto, amor, estoy confeso
de que, raptor intrépido de un beso,
yo te libé la flor de la mejilla.

Yo te libé la flor de la mejilla,
y desde aquella gloria, aquel suceso,
tu mejilla, de escrúpulo y de peso,
se te cae deshojada y amarilla.

El fantasma del beso delincuente
el pómulo te tiene perseguido,
cada vez más patente, negro y grande.

Y sin dormir estás, celosamente,
vigilando mi boca ¡con qué cuido!
para que no se vicie y se desmande.


* * * * *


Tengo estos huesos hechos a las penas...

Tengo estos huesos hechos a las penas
y a las cavilaciones estas sienes:
pena que vas, cavilación que vienes
como el mar de la playa a las arenas.

Como el mar de la playa a las arenas,
voy en este naufragio de vaivenes,
por una noche oscura de sartenes
redondas, pobres, tristes y morenas.

Nadie me salvará de este naufragio
si no es tu amor, la tabla que procuro,
si no es tu voz, el norte que pretendo.

Eludiendo por eso el mal presagio
de que ni en ti siquiera habré seguro,
voy entre pena y pena sonriendo.


* * * * *


Tu corazón una naranja helada...

Tu corazón, una naranja helada
con un dentro sin luz de dulce miera
y una porosa vista de oro: un fuera
venturas prometiendo a la mirada.

Mi corazón, una febril granada
de agrupado rubor y abierta cera,
que sus tiernos collares te ofreciera
con una obstinación enamorada.

¡Ay, qué acometimiento de quebranto
ir a tu corazón y hallar un hielo
de irreductible y pavorosa nieve!

Por los alrededores de mi llanto
un pañuelo sediento va de vuelo
con la esperanza de que en él lo abreve.


* * * * * 
 

Umbrío por la pena, casi bruno...

Umbrío por la pena, casi bruno,
porque la pena tizna cuando estalla,
donde yo no me hallo no se halla
hombre más apenado que ninguno.

Sobre la pena duermo solo y uno,
pena en mi paz y pena en mi batalla,
perro que ni me deja ni se calla,
siempre a su dueño fiel, pero importuno.

Cardos y penas llevo por corona,
cardos y penas siembran sus leopardos
y no me dejan bueno hueso alguno.

No podrá con la pena mi persona
rodeada de penas y de cardos:
¡cuánto penar para morirse uno!


* * * * *


Una querencia tengo por tu acento...

Una querencia tengo por tu acento,
una apetencia por tu compañía
y una dolencia de melancolía
por la ausencia del aire de tu viento.

Paciencia necesita mi tormento
urgencia de tu garza galanía,
tu clemencia solar mi helado día,
tu asistencia la herida en que lo cuento.

¡Ay, querencia, dolencia y apetencia!:
tus sustanciales besos, mi sustento,
me faltan y me muero sobre mayo.

Quiero que vengas, flor, desde tu ausencia,
a serenar la sien del pensamiento
que desahoga en mí su eterno rayo.

De "El rayo que no cesa" 1935

 

 

De "Poemas últimos" 1939 1941

Desde que el alba quiso ser alba...

Desde que el alba quiso ser alba, toda eres
madre. Quiso la luna profundamente llena.
En tu dolor lunar he visto dos mujeres,
y un removido abismo bajo una luz serena.

¡Qué olor a madreselva desgarrada y hendida!
¡Qué exaltación de labios y honduras generosas!
Bajo las huecas ropas aleteó la vida,
y sintieron vivas bruscamente las cosas.

Eres más clara. Eres más tierna. Eres más suave.
Ardes y te consumes con más recogimiento.
El nuevo amor te inspira la levedad del ave
y ocupa los caminos pausados de tu aliento.

Ríe, porque eres madre con luna. Así lo expresa
tu palidez rendida de recorrer lo rojo;
y ese cerezo exhausto que en tu corazón pesa,
y el ascua repentina que te agiganta el ojo.

Ríe, que todo ríe: que todo es madre leve.
Profundidad del mundo sobre el que te has quedado
sumiéndote y ahondándote mientras la luna mueve,
igual que tú, su hermosa cabeza hacia otro lado.

Nunca tan parecida tu frente al primer cielo.
Todo lo abres, todo lo alegras, madre, aurora.
Vienen rodando el hijo y el sol. Arcos de anhelo
te impulsan. Eres madre. Sonríe. Ríe. Llora.


* * * * *
 

Muerte nupcial

El lecho, aquella hierba de ayer y de mañana:
este lienzo de ahora sobre madera aún verde,
flota como la tierra, se sume en la besana
donde el deseo encuentra los ojos y los pierde.

Pasar por unos ojos como por un desierto;
como por dos ciudades que ni un amor contienen.
Mirada que va y vuelve sin haber descubierto
el corazón a nadie, que todos la enarenen.

Mis ojos encontraron en un rincón los tuyos.
Se descubrieron mudos entre las dos miradas.
Sentimos recorrernos un palomar de arrullos,
y un grupo de arrebatos de alas arrebatadas.

Cuanto más se miraban más se hallaban: más hondos
se veían, más lejos, más en uno fundidos.
El corazón se puso, y el mundo, más redondos.
Atravesaba el lecho la patria de los nidos.

Entonces, el anhelo creciente, la distancia
que va de hueso a hueso recorrida y unida,
al aspirar del todo la imperiosa fragancia;
proyectamos los cuerpos más allá de la vida.

Expiramos del todo. ¡Qué absoluto portento!
¡Qué total fue la dicha de mirarse abrazados,
desplegados los ojos hacia arriba un momento,
y al momento hacia abajo con los ojos plegados!

Pero no moriremos. Fue tan cálidamente
consumada la vida como el sol, su mirada.
No es posible perdernos. Somos plena simiente.
Y la muerte ha quedado, con los dos, fecundada.


* * * * *
 

Yo no quiero más luz que tu cuerpo ante el mío...

Yo no quiero más luz que tu cuerpo ante el mío:
claridad absoluta, transparencia redonda,
limpidez cuya entraña, como el fondo del río,
con el tiempo se afirma, con la sangre se ahonda.

¿Qué lucientes materias duraderas te han hecho,
corazón de alborada, carnación matutina?
Yo no quiero más día que el que exhala tu pecho.
Tu sangre es la mañana que jamás se termina.

No hay más luz que tu cuerpo, no hay más sol: todo ocaso.
Yo no veo las cosas a otra luz que tu frente.
La otra luz es fantasma, nada más, de tu paso.
Tu insondable mirada nunca gira al poniente.

Claridad sin posible declinar. Suma esencia
del fulgor que ni cede ni abandona la cumbre.
Juventud. Limpidez. Claridad. Transparencia
acercando los astros más lejanos de lumbre.

Claro cuerpo moreno de calor fecundante.
Hierba negra el origen; hierba negra las sienes.
Trago negro los ojos, la mirada distante.
Día azul. Noche clara. Sombra clara que vienes.

Yo no quiero más luz que tu sombra dorada
donde brotan anillos de una hierba sombría.
En mi sangre, fielmente por tu cuerpo abrasada,
para siempre es de noche: para siempre es el día.


 



 

De "Cancionero y romancero de ausencias" 1941 1942

Antes del odio

Beso soy, sombra con sombra.
Beso, dolor con dolor,
por haberme enamorado,
corazón sin corazón,
de las cosas, del aliento
sin sombra de la creación.
Sed con agua en la distancia,
pero sed alrededor.

Corazón en una copa
donde me la bebo yo,
y no se lo bebe nadie,
nadie sabe su sabor.
Odio, vida: ¡cuánto odio
sólo por amor!

No es posible acariciarte
con las manos que me dio
el fuego de más deseo,
el ansia de más ardor.
Varias alas, varios vuelos
abaten en ellas hoy
hierros que cercan las venas
y las muerden con rencor.
Por amor, vida, abatido,
pájaro sin remisión.
Sólo por amor odiado,
sólo por amor.

Amor, tu bóveda arriba
y yo abajo siempre, amor,
sin otra luz que estas ansias,
sin otra iluminación.
Mírame aquí encadenado,
escupido, sin calor
a los pies de la tiniebla
más súbita, más feroz,
comiendo pan y cuchillo
como buen trabajador
y a veces cuchillo sólo,
sólo por amor.

Todo lo que significa
golondrinas, ascensión,
claridad, anchura, aire,
decidido espacio, sol,
horizonte aleteante,
sepultado en un rincón.
Espesura, mar, desierto,
sangre, monte rodador,
libertades de mi alma
clamorosas de pasión,
desfilando por mi cuerpo,
donde no se quedan, no,
pero donde se despliegan,
sólo por amor.

Porque dentro de la triste
guirnalda del eslabón,
del sabor a carcelero
constante y a paredón,
y a precipicio en acecho,
alto, alegre, libre soy.
Alto, alegre, libre, libre,
sólo por amor.

No, no hay cárcel para el hombre.
No podrán atarme. no.
Este mundo de cadenas
me es pequeño y exterior.
¿Quién encierra una sonrisa ?
¿Quién amuralla una voz?
A lo lejos tú, más sola
que la muerte, la una y yo.
A lo lejos tú, sintiendo
en tus brazos mi prisión,
en tus brazos donde late
la libertad de los dos.
Libre soy, siénteme libre.
Sólo por amor.


* * * * *


Ascensión de la escoba

Coronada la escoba de laurel, mirto, rosa,
es el héroe entre aquellos que afrontan la basura.
Para librar del polvo sin vuelo cada cosa
bajó,  porque era palma y azul, desde la altura.

Su ardor de espada joven y alegre no reposa.
Delgada de ansiedad, pureza, sol, bravura,
azucena que barre sobre la misma fosa,
es cada vez más alta, más cálida, más pura.

¡Nunca! La escoba nunca será crucificada
porque la juventud propaga su esqueleto
que es una sola flauta, muda, pero sonora.

Es una sola lengua, sublime y acordada.
Y ante su aliento raudo se ausenta el polvo quieto,
y asciende una palmera, columna hacia la aurora.


* * * * *

Besarse, mujer...

Besarse, mujer,
al sol, es besarnos
e toda la vida.

Ascienden los labios
eléctricamente
vibrantes los rayos,
con todo el fulgor
de un sol entre cuatro.

Besarse a la luna,
mujer, es besarnos
en toda la muerte.

Descienden los labios
con toda la luna
pidiendo su ocaso,
gastada y helada
y en cuatro pedazos.


* * * * *


El amor ascendía entre nosotros...

El amor ascendía entre nosotros
como la luna entre las dos palmeras
que nunca se abrazaron.

El íntimo rumor de los dos cuerpos
hacia el arrullo un oleaje trajo,
pero la ronca voz fue atenazada.
Fueron pétreos los labios.

El ansia de ceñir movió la carne,
esclareció los huesos inflamados,
pero los brazos al querer tenderse
murieron en los brazos.

Pasó el amor, la luna, entre nosotros
y devoró los cuerpos solitarios.
Y somos dos fantasmas que se buscan
y se encuentran lejanos.


* * * * *


En el fondo del hombre...

En el fondo del hombre
agua removida.

En el agua más clara
quiero ver la vida.

En el fondo del hombre
agua removida.

En el agua más clara
sombra sin salida.

En el fondo del hombre
agua removida.


* * * * *


Hijo de la luz y de la sombra...

( Hijo de la sombra )

Eres la noche, esposa: la noche en el instante
mayor de su potencia lunar y femenina.
Eres la medianoche: la sombra culminante
donde culmina el sueño, donde el amor culmina.

Forjado por el día, mi corazón que quema
lleva su gran pisada del sol adonde quieres,
con un sólido impulso, con una luz suprema,
cumbre de las montañas y los atardeceres.

Daré sobre tu cuerpo cuando la noche arroje
su avaricioso anhelo de imán y poderío.
Un astral sentimiento febril me sobrecoge,
incendia mi osamenta con un escalofrío.

El aire de la noche desordena tus pechos,
y desordena y vuelca los cuerpos con su choque.
Como una tempestad de enloquecidos lechos,
eclipsa las parejas, las hace un solo bloque.

La noche se ha encendido como una sorda hoguera
de llamas minerales y oscuras embestidas.
Y alrededor la sombra late como si fuera
las almas de los pozos y el vino difundidas.

Ya la sombra es el nido cerrado, incandescente,
la visible ceguera puesta sobre quien ama;
ya provoca el abrazo cerrado, ciegamente,
ya recoge en sus cuevas cuanto la luz derrama.

La sombra pide, exige seres que se entrelacen,
besos que la constelen de relámpagos largos,
bocas embravecidas, batidas, que atenacen,
arrullos que hagan música de sus mudos letargos.

Pide que nos echemos tú y yo sobre la manta,
tú y yo sobre la luna, tú y yo sobre la vida.
Pide que tú y yo ardamos fundiendo en la garganta,
con todo el firmamento, la tierra estremecida.

El hijo está en la sombra que acumula luceros,
amor, tuétano, luna, claras oscuridades.
Brota de sus perezas y de sus agujeros,
y de sus solitarias y apagadas ciudades.

El hijo está en la sombra: de la sombra ha surtido,
y a su origen infunden los astros una siembra,
un zumo lácteo, un flujo de cálido latido,
que ha de obligar sus huesos al sueño y a la hembra.

Moviendo está la sombra sus fuerzas siderales,
tendiendo está la sombra su constelada umbría,
volcando las parejas y haciéndolas nupciales.
Tú eres la noche, esposa. Yo soy el mediodía.

II

( Hijo de la luz )

Tú eres el alba, esposa: la principal penumbra,
recibes entornadas las horas de tu frente.
Decidido al fulgor, pero entornado, alumbra
tu cuerpo. Tus entrañas forjan el sol naciente.

Centro de claridades, la gran hora te espera
en el umbral de un fuego que al fuego mismo abrasa:
te espero yo, inclinado como el trigo a la era,
colocando en el centro de la luz nuestra casa.

La noche desprendida de los pozos oscuros,
se sumerge en los pozos donde ha echado raíces.
Y tú te abres al parto luminoso, entre muros
que se rasgan contigo como pétreas matrices.

La gran hora del parto, la más rotunda hora:
estallan los relojes sintiendo tu alarido,
se abren todas las puertas del mundo, de la aurora,
y el sol nace en tu vientre, donde encontró su nido.

El hijo fue primero sombra y ropa cosida
por tu corazón hondo desde tus hondas manos.
Con sombras y con ropas anticipó su vida,
con sombras y con ropas de gérmenes humanos.

Las sombras y las ropas sin población, desiertas,
se han poblado de un niño sonoro, un movimiento,
que en nuestra casa pone de par en par las puertas,
Y ocupa en ella a gritos el luminoso asiento.

¡Ay, la vida: qué hermoso penar tan moribundo!
Sombras y ropas trajo la del hijo que nombras.
Sombras y ropas llevan los hombres por el mundo.
Y todos dejan siempre sombras: ropas y sombras.

Hijo del alba eres, hijo del mediodía.
Y ha de quedar de ti luces en todo impuestas,
mientras tu madre y yo vamos a la agonía,
dormidos y despiertos con el amor a cuestas.

Hablo, y el corazón me sale en el aliento.
Si no hablara lo mucho que quiero me ahogaría.
Con espliego y resinas perfumo tu aposento.
Tú eres el alba, esposa. Yo soy el mediodía.

III

( Hijo de la luz y la sombra )

Tejidos en el alba, grabados, dos panales
no pueden detener la miel en los pezones.
Tus pechos en el alba: maternos manantiales,
luchan y se atropellan con blancas efusiones.

Se han desbordado, esposa, lunarmente tus venas,
hasta inundar la casa que tu sabor rezuma.
Y es como si brotaras de un pueblo de colmenas,
tú toda una colmena de leche con espuma.

Es como si tu sangre fuera dulzura toda,
laboriosas abejas filtradas por tus poros.
Oigo un clamor de leche, de inundación, de boda
junto a ti, recorrida por caudales sonoros.

Caudalosa mujer: en tu vientre me entierro.
Tu caudaloso vientre será mi sepultura.
Si quemaran mis huesos con la llama del hierro,
verían que grabada llevo allí tu figura.

Para siempre fundidos en el hijo quedamos:
fundidos como anhelan nuestras ansias voraces:
en un ramo de tiempo, de sangre, los dos ramos,
en un haz de caricias, de pelo, los dos haces.

Los muertos, con un fuego congelado que abrasa,
laten junto a los vivos de una manera terca.
Viene a ocupar el hijo los campos y la casa
que tú y yo abandonamos quedándonos muy cerca.

Haremos de este hijo generador sustento,
y hará de nuestra carne materia decisiva
donde asienten su alma, las manos y el aliento,
las hélices circulen, la agricultura viva.

Él hará que esta vida no caiga derribada,
pedazo desprendido de nuestros dos pedazos,
que de nuestras dos bocas hará una sola espada
y dos brazos eternos de nuestros cuatro brazos.

No te quiero en ti sola: te quiero en tu ascendencia
y en cuanto de tu vientre descenderá mañana.
Porque la especie humana me han dado por herencia,
la familia del hijo será la especie humana.

Con el amor a cuestas, dormidos y despiertos,
seguiremos besándonos en el hijo profundo.
Besándonos tú y yo se besan nuestros muertos,
se besan los primeros pobladores del mundo.


* * * * *

La boca

Boca que arrastra mi boca,
boca que me has arrastrado:
boca que vienes de lejos
a iluminarme de rayos.

Alba que das a mis noches
un resplandor rojo y blanco.
Boca poblada de bocas:
pájaro lleno de pájaros.

Canción que vuelve las alas
hacia arriba y hacia abajo.
Muerte reducida a besos,
a sed de morir despacio,
das a la grama sangrante
dos tremendos aletazos.

El labio de arriba el cielo
y la tierra el otro labio.
Beso que rueda en la sombra:
beso que viene rodando
desde el primer cementerio
hasta los últimos astros.

Astro que tiene tu boca
enmudecido y cerrado,
hasta que un roce celeste
hace que vibren sus párpados.
Beso que va a un porvenir
de muchachas y muchachos,
que no dejarán desiertos
ni las calles ni los campos.

¡Cuánta boca ya enterrada,
sin boca, desenterramos!

Bebo en tu boca por ellos
brindo en tu boca por tantos
que cayeron sobre el vino
de los amorosos vasos.
Hoy son recuerdos, recuerdos
besos distantes y amargos.

Hundo en tu boca mi vida,
oigo rumores de espacios,
y el infinito parece
que sobre mí se ha volcado.

He de volver a besarte,
he de volver. Hundo, caigo,
mientras descienden los siglos
hacia los hondos barrancos
como una febril nevada
de besos enamorados.

Boca que desenterraste
el amanecer más claro
con tu lengua. Tres palabras,
tres fuegos has heredado:
vida, muerte, amor. Ahí quedan
escritos sobre tus labios.


* * * * *


Llegó tan hondo el beso...

Llegó tan hondo el beso
que traspasó y emocionó los muertos.

El beso trajo un brío
que arrebató la boca de los vivos.

El hondo beso grande
sintió breve los labios al ahondarse.

El beso aquel que quiso
cavar los muertos y sembrar los vivos.


* * * * *


Menos tu vientre todo es confuso...

Menos tu vientre
todo es confuso.
Menos tu vientre
todo es futuro
fugaz, pasado
baldío, turbio.
Menos tu vientre
todo es oculto,
menos tu vientre
todo inseguro,
todo es postrero
polvo sin mundo.
Menos tu vientre
todo es oscuro,
menos tu vientre
claro y profundo.


* * * * *


Nanas de la cebolla

La cebolla es escarcha
cerrada y pobre.
Escarcha de tus días
y de mis noches.
Hambre y cebolla,
hielo negro y escarcha
grande y redonda.

En la cuna del hambre
mi niño estaba.
Con sangre de cebolla
se amamantaba.
Pero tu sangre,
escarchada de azúcar,
cebolla y hambre.

Una mujer morena
resuelta en luna
se derrama hilo a hilo
sobre su cuna.
Ríete, niño,
que te tragas la luna
cuando es preciso.

Alondra de mi casa,
ríete mucho.
Es tu risa en los ojos
la luz del mundo.
Ríete tanto
que en el alma, al oírte,
bata el espacio.

Tu risa me hace libre,
me pones alas.
Soledades me quita,
cárcel me arranca.
Boca que vuela,
corazón que en tus labios
relampaguea.

Es tu risa la espada
más victoriosa,
vencedor de las flores
y las alondras.
Rival del sol.
Porvenir de mis huesos
y de mi amor.

La carne aleteante,
súbito el párpado,
y el niño como nunca
coloreado.
¡Cuánto jilguero
se remonta, aletea,
desde tu cuerpo!

Desperté de ser niño;
nunca despiertes.
Triste llevo la boca.
Ríete siempre.
Siempre en la cuna
defendiendo la risa
pluma por pluma.

Ser de vuelo tan alto,
tan extendido,
que tu carne parece
cielo cernido.
¡Si yo pudiera
remontarme al origen
de tu carrera!

Al octavo mes
con cinco azahares.
Con cinco diminutas
ferocidades.
Con cinco dientes
como cinco jazmines
adolescentes.

Frontera de los besos
serán mañana,
cuando en la dentadura
sientas un arma.
Sientas un fuego
correr dientes abajo
buscando el centro.

Vuela niño en la doble
luna del pecho.
Él, triste de cebolla.
Tú, satisfecho.
No te derrumbes.
No sepas lo que pasa
ni lo que ocurre.


* * * * * 


Orillas de tu vientre...

¿Qué exaltaré en la tierra que no sea algo tuyo?
A mi lecho de ausente me echo como a una cruz
de solitarias lunas del deseo, y exalto
la orilla de tu vientre.

Clavellina del valle que provocan tus piernas.
Granada que ha rasgado de plenitud su boca.
Trémula zarzamora suavemente dentada
donde vivo arrojado.

Arrojado y fugaz como el pez generoso,
ansioso de que el agua, la lenta acción del agua
lo devaste: sepulte su decisión eléctrica
de fértiles relámpagos.

Aún me estremece el choque primero de los dos;
cuando hicimos pedazos la luna a dentelladas,
impulsamos las sábanas a un abril de amapolas,
nos inspiraba el mar.

Soto que atrae, umbría de vello casi en llamas,
dentellada tenaz que siento en lo más hondo,
vertiginoso abismo que me recoge, loco
de la lúcida muerte.

Túnel por el que a ciegas me aferro a tus entrañas.
Recóndito lucero tras una madreselva
hacia donde la espuma se agolpa, arrebatada
del íntimo destino.

En ti tiene el oasis su más ansiado huerto:
el clavel y el jazmín se entrelazan, se ahogan.
De ti son tantos siglos de muerte, de locura
como te han sucedido.

Corazón de la tierra, centro del universo,
todo se atorbellina, con afán de satélite
en torno a ti, pupila del sol que te entreabres
en la flor del manzano.

Ventana que da al mar, a una diáfana muerte
cada vez más profunda, más azul y anchurosa.
Su hálito de infinito propaga los espacios
entre tú y yo y el fuego.

Trágame, leve hoyo donde avanzo y me entierro.
La losa que me cubra sea tu vientre leve,
la madera tu carne, la bóveda tu ombligo,
la eternidad la orilla.

En ti me precipito como en la inmensidad
de un mediodía claro de sangre submarina,
mientras el delirante hoyo se hunde en el mar,
y el clamor se hace hombre.

Por ti logro en tu centro la libertad del astro.
En ti nos acoplamos como dos eslabones,
tú poseedora y yo. Y así somos cadena:
mortalmente abrazados.


* * * * *
 

Ropas con su olor...

Ropas con su olor
paños con su aroma.

Se alejó en su cuerpo,
me dejó en sus ropas.

lecho sin calor,
sábana de sombra.

Se ausentó en su cuerpo.
Se quedó en sus ropas.


* * * * *


Tristes guerras

Tristes guerras
si no es amor la empresa.
Tristes, tristes.

Tristes armas
si no son las palabras.
Tristes, tristes.

Tristes hombres
si no mueren de amores.
Tristes, tristes.


* * * * *


Tus ojos se me van...

Tus ojos se me van
de mis ojos y vuelven
después de recorrer
un páramo de ausentes.

Tu boca se me marcha
de mi boca y regresa
con varios besos muertos
que aún baten, que aún quisieran.

Tus brazos se desploman
en mis brazos y ascienden
retrocediendo ante esa
desolación que sientes.

De "Cancionero y romancero de ausencias" 1941 1942

 

 

Otros poemas

Canción del esposo soldado

He poblado tu vientre de amor y sementera,
he prolongado el eco de sangre a que respondo
y espero sobre el surco como el arado espera:
he llegado hasta el fondo.

Morena de altas torres, alta luz y ojos altos,
esposa de mi piel, gran trago de mi vida,
tus pechos locos crecen hasta mí dando saltos
de cierva concebida.

Ya me parece que eres un cristal delicado,
temo que te me rompas al más leve tropiezo,
y a reforzar tus venas con mi piel de soldado
fuera como el cerezo.

Espejo de mi carne, sustento de mis alas,
te doy vida en la muerte que me dan y no tomo.
Mujer, mujer, te quiero cercado por las balas,
ansiado por el plomo.

Sobre los ataúdes feroces en acecho,
sobre los mismos muertos sin remedio y sin fosa
te quiero, y te quisiera besar con todo el pecho
hasta en el polvo, esposa.

Cuando junto a los campos de combate te piensa
mi frente que no enfría ni aplaca tu figura,
te acercas hacia mí como una boca inmensa
de hambrienta dentadura.

Escríbeme a la lucha, siénteme en la trinchera:
aquí con el fusil tu nombre evoco y fijo,
y defiendo tu vientre de pobre que me espera,
y defiendo tu hijo.

Nacerá nuestro hijo con el puño cerrado,
envuelto en un clamor de victoria y guitarras,
y dejaré a tu puerta mi vida de soldado
sin colmillos ni garras.

Es preciso matar para seguir viviendo.
Un día iré a la sombra de tu pelo lejano.
Y dormiré en la sábana de almidón y de estruendo
cosida por tu mano.

Tus piernas implacables al parto van derechas,
y tu implacable boca de labios indomables,
y ante mi soledad de explosiones y brechas
recorres un camino de besos implacables.

Para el hijo será la paz que estoy forjando.
Y al fin en un océano de irremediables huesos,
tu corazón y el mío naufragarán, quedando
una mujer y un hombre gastados por los besos.

De "Viento del pueblo" 1936 1937


* * * * *
 

Canción última

Pintada, no vacía:
pintada está mi casa
del color de las grandes
pasiones y desgracias.

Regresará del llanto
adonde fue llevada
con su desierta mesa,
con su ruinosa cama.

Florecerán los besos
sobre las almohadas.
y en torno de los cuerpos
elevará la sábana
su intensa enredadera
nocturna, perfumada.

El odio se amortigua
detrás de la ventana.

Será la garra suave.

Dejadme la esperanza.

De "El hombre acecha" 1938 1939

* * * * *
 

Casida del sediento

Arena del desierto
soy, desierto de sed.
Oasis es tu boca
donde no he de beber.

Boca: Oasis abierto
a todas las arenas del desierto.

Húmedo punto en medio
de un mundo abrasador
el de tu cuerpo, el tuyo,
que nunca es de los dos.

Cuerpo: pozo cerrado
a quien la sed y el sol han calcinado.
 

* * * * *


Cerca del agua te quiero llevar...

Cerca del agua te quiero llevar
porque tu arrullo trascienda del mar.

Cerca del agua te quiero tener
porque te aliente su vívido ser.

Cerca del agua te quiero sentir
porque la espuma te enseñe a reír.

Cerca del agua te quiero, mujer,
ver, abarcar, fecundar, conocer.

Cerca del agua perdida del mar
que no se puede perder ni encontrar.


* * * * *


Dime desde allá abajo...

Dime desde allá abajo
la palabra te quiero.

¿Hablas bajo la tierra?

Hablo con el silencio.

¿Quieres bajo la tierra?

Bajo la tierra quiero
porque hacia donde corras
quiere correr mi cuerpo.

Ardo desde allí abajo
y alumbro tus recuerdos.


* * * * *


El tren de los heridos

Silencio que naufraga en el silencio
de las bocas cerradas de la noche.
No cesa de callar ni atravesado.
Habla el lenguaje ahogado de los muertos.

Silencio.

Abre caminos de algodón profundo,
amordaza las ruedas, los relojes,
detén la voz del mar, de la paloma:
emociona la noche de los sueños.

Silencio.

El tren lluvioso de la sangre suelta,
el frágil tren de los que se desangran,
el silencioso, el doloroso, el pálido,
el tren callado de los sufrimientos.

Silencio.

Tren de la palidez mortal que asciende:
la palidez reviste las cabezas,
el ¡ay! la voz, el corazón la tierra,
el corazón de los que malhirieron.

Silencio.

Van derramando piernas, brazos, ojos,
van arrojando por el tren pedazos.
Pasan dejando rastros de amargura,
otra vía láctea de estelares miembros.

Silencio.

Ronco tren desmayado, enrojecido:
agoniza el carbón, suspira el humo
y, maternal la máquina suspira,
avanza como un largo desaliento.

Silencio.

Detenerse quisiera bajo un túnel
la larga madre, sollozar tendida.
No hay estaciones donde detenerse,
si no es el hospital, si no es el pecho.

Para vivir, con un pedazo basta:
en un rincón de carne cabe un hombre.
Un dedo solo, un solo trozo de ala
alza el vuelo total de todo un cuerpo.

Silencio.

Detened ese tren agonizante
que nunca acaba de cruzar la noche.

Y se queda descalzo hasta el caballo,
y enarena los cascos y el aliento.


* * * * *
 

Me llamo barro aunque Miguel me llame...

Me llamo barro aunque Miguel me llame.
Barro es mi profesión y mi destino
Que mancha con su lengua cuanto lame.
Soy un triste instrumento del camino.
Soy una lengua dulcemente infame
a los pies que idolatro desplegada.

Como un nocturno buey de agua y barbecho
que quiere ser criatura idolatrada,
embisto a tus zapatos ya sus alrededores,
y hecho de alfombras y de besos hecho
tu talón que me injuria beso y siembro de flores.

Coloco relicarios de mi especie
a tu talón mordiente, a tu pisada,
y siempre a tu pisada me adelanto
para que tu impasible pie desprecie
todo el amor que hacia tu pie levanto.

Más mojado que el rostro de mi llanto,
cuando el vidrio lanar del hielo bala,
cuando el invierno tu ventana cierra
bajo a tus pies un gavilán de ala,
de ala manchada y corazón de tierra.
Bajo a tus pies un ramo derretido
de humilde miel pataleada y sola,
un despreciado corazón caído
en forma de alga y en figura de ola.

Barro en vano me invisto de amapola,
barro en vano vertiendo voy mis brazos,
barro en vano te muerdo los talones,
dándote a malheridos aletazos
sapos como convulsos corazones.

Apenas si me pisas, si me pones
la imagen de tu huella sobre encima,
se despedaza y rompe la armadura
de arrope bipartido que me ciñe la boca
en carne viva y pura,
pidiéndote a pedazos que la oprima
siempre tu pie de liebre libre y loca.

Su taciturna nata se arracima,
los sollozos agitan su arboleda
de lana cerebral bajo tu paso.
y pasas, y se queda
incendiando su cera de invierno ante el ocaso,
mártir, alhaja y pasto de la rueda.

Harto de someterse a los puñales
circulantes del carro y la pezuña,
teme del barro un parto de animales
de corrosiva piel y vengativa uña.

Teme que el barro crezca en un momento,
teme que crezca y suba y cubra tierna,
tierna y celosamente
tu tobillo de junco, mi tormento,
teme que inunde el nardo de tu pierna
y crezca más y ascienda hasta tu frente.

Teme que se levante huracanado
del blando territorio del invierno
y estalle y truene y caiga diluviado
sobre tu sangre duramente tierno.

Teme un asalto de ofendida espuma
y teme un amoroso cataclismo.

Antes que la sequía lo consuma
el barro ha de volverte de lo mismo.


* * * * *


Me sobra el corazón

Hoy estoy sin saber yo no sé cómo,
hoy estoy para penas solamente,
hoy no tengo amistad,
hoy sólo tengo ansias
de arrancarme de cuajo el corazón
y ponerlo debajo de un zapato.

Hoy reverdece aquella espina seca,
hoy es día de llantos de mi reino,
hoy descarga en mi pecho el desaliento
plomo desalentado.

No puedo con mi estrella.
Y busco la muerte por las manos
mirando con cariño las navajas,
y recuerdo aquel hacha compañera,
y pienso en los más altos campanarios
para un salto mortal serenamente.

Si no fuera ¿por qué?... no sé por qué,
mi corazón escribiría una postrera carta,
una carta que llevo allí metida,
haría un tintero de mi corazón,
una fuente de sílabas, de adioses y regalos,
y ahí te quedas, al mundo le diría.

Yo nací en mala luna.
Tengo la pena de una sola pena
que vale más que toda la alegría.

Un amor me ha dejado con los brazos caídos
y no puedo tenderlos hacia más.
¿No veis mi boca qué desengañada,
qué inconformes mis ojos?

Cuanto más me contemplo más me aflijo:
cortar este dolor ¿con qué tijeras?

Ayer, mañana, hoy
padeciendo por todo
mi corazón, pecera melancólica,
penal de ruiseñores moribundos.

Me sobra corazón.

Hoy, descorazonarme,
yo el más corazonado de los hombres,
y por el más, también el más amargo.

No sé por qué, no sé por qué ni cómo
me perdono la vida cada día.

De "Otros poemas"  1935 1936


* * * * *


Pena bienhallada

Ojinegra la oliva en tu mirada,
boquitierna la tórtola en tu risa,
en tu amor pechiabierta la granada,
barbioscura en tu frente nieve y brisa.

Rostriazul el clavel sobre tu vena,
malherido el jazmín desde tu planta,
cejijunta en tu cara la azucena,
dulciamarga la voz en tu garganta.

Boquitierna, ojinegra, pechiabierta,
rostriazul, barbioscura, malherida,
cejijunta te quiero y dulciamarga.

Semiciego por ti llego a tu puerta,
boquiabierta la llaga de mi vida,
y agriendulzo la pena que la embarga.


* * * * *


Ser onda, oficio, niña, es de tu pelo...

Ser onda, oficio, niña, es de tu pelo,
nacida ya para el marero oficio;
ser graciosa y morena tu ejercicio
y tu virtud más ejemplar ser cielo.

¡Niña!, cuando tu pelo va de vuelo,
dando del viento claro un negro indicio,
enmienda de marfil y de artificio
ser de tu capilar borrasca anhelo.

No tienes más quehacer que ser hermosa,
ni tengo más festejo que mirarte,
alrededor girando de tu esfera.

Satélite de ti, no hago otra cosa,
si no es una labor de recordarte.
-¡Date presa de amor, mi carcelera!

De "Primeros poemas" 1933


* * * * *

Tus cartas son un vino

                                                                A mi gran Josefina adorada

Tus cartas son un vino
que me trastorna y son
el único alimento para mi corazón.

Desde que estoy ausente
no sé sino soñar,
igual que el mar tu cuerpo,
amargo igual que el mar.

Tus cartas apaciento
metido en un rincón
y por redil y hierba
les doy mi corazón.

Aunque bajo la tierra
mi amante cuerpo esté,
escríbeme, paloma,
que yo te escribiré.
Cuando me falte sangre
con zumo de clavel,
y encima de mis huesos
de amor cuando papel.

 

 




Ser onda, oficio, niña, es de tu pelo...

Ser onda, oficio, niña, es de tu pelo,
nacida ya para el marero oficio; 

 


ser graciosa y morena tu ejercicio
y tu virtud más ejemplar ser cielo. 

¡Niña!, cuando tu pelo va de vuelo,
dando del viento claro un negro indicio,
enmienda de marfil y de artificio
ser de tu capilar borrasca anhelo.

No tienes más que hacer que ser hermosa,
ni tengo más festejo que mirarte,
alrededor girando de tu esfera.

Satélite de ti, no haga otra cosa,
si no es una labor de recordarte.
-¡Date presa de amor, mi carcelera!

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Madrid, 20 de julio dc 1935

 

Mi siempre querida Josefina: El martes recibí tu carta, una de las más largas y cariñosas tuyas que he tenido. Por ella advierto que estás de buena cara y de mejor humor y eso me alegra muchísimo. Me mandas una fotografía muy mala; te estás riendo y no se ve donde termina la boca y donde comienzan los dientes; Fíjate y verás si tienes ahí otro igual cómo parece que tienes cuatro o cinco hileras de dientes en vez de dos; y los ojos no te los veo de tan borrados; lo único que se ve claramente es el vestido y como a mí eso es lo que menos me interesa, aunque es muy bonito y te sienta maravillosamente, ya que no voy a estar mirando sólo el vestido, no me conformo con esa fotografía y te pido que te hagas otra mejor. Yo me he hecho una muy grande, casi igual que esa que te di, y si no sé si voy a ir a Orihuela por toda esta semana que viene, que quiero ir por encima de todo, te la mandaré, aunque no es de mi gusto, ya que se me olvidó decirle al fotógrafo que no la retocara al fotografiarme y

me ha retocado los ojos de una manera idiota. Espero que no te guste a ti mucho tampoco y si no te gusta quiero hacerme otra igual de grande: no me presto para la fotografía, salgo muy serio siempre. Bueno, querida nena, me dices que has ido a los toros el domingo pasado, que has salido algo, que te has cansado. Yo estoy harto de cuernos y toreros, pues no hago otra cosa que escribir historias de toreros célebres y de ganaderías…..

No sabes lo triste que estoy de no pasar unos días a tu lado. Desea tú con toda tu alma que vaya para que tu deseo fluya aquí sobre las cosas que me impiden ir y me lo permitan inmediatamente. Prepárate para recibir un beso, aunque te enfades, muy fuerte, muy fuerte, de este hombre tuyo que te besa desde aquí igual que si te tuviera a su lado y no te olvidará jamás, tu

MIGUEL.

 

 

Madrid, 27 de julio de ~35

 

 

Mi queridísima josefina: no sé todavía si voy a Orihuela o me quedo en Madrid. Es un fastidio continuo lo que me pasa. Necesito que me anticipen una cantidad de dinero para poder ir y aún no sé si me la concederán o no me la concederán. El permiso ya lo tengo, pero el dinero no. Si voy será para la semana que viene, ésta me es imposible por completo. Pero tú, tonta mía, ya me previenes por si fuera que no vaya a tu taller, aunque yo creo que es la cosa más natural del mundo ir uno a donde está lo que uno quiere, sin fijarse en si hay alguien delante o no. Pero tú eres muy vergonzosa, no te gusta que te vean quererme y a mí se me importa un pito, por no decir otra palabra más expresiva que pito, casi igual, solo que en vez de t lleva j. ¿Si nos han hecho para eso, por qué vamos a ocultamos cuando nos tenemos que hacer una caricia? La gente de los pueblos es tonta perdida, Josefina mía: por eso me gustaría tenerte aquí en Madrid, porque aquí no se esconde nadie para darse un beso, ni a nadie le escandaliza cuando ve a una pareja tumbada en el campo, uno encima de otro. Odio esa gente idiota que se le pasa todo el día hablando de si ha visto a la vecina besándose con el novio. ¿Y sabes lo que es eso? Ganas de que la besen a ella también y que se las aguanta porque no puede tener un hombre que le ofrezca los labios. Tú fijare en que casi todos los que hablan mal de esas cosas, tan naturales como mear, son solteronas o curas: las dos clases de personas que menos falta hacen en el mundo porque lo envenenan. Te digo en muchas cartas que te voy a dar un beso cuando llegue ahí, y tú, como una hipócrita, te callas, y no me contestas diciéndome que me tienes que dar otro: o no tienes ganas o te da miedo el que hablen de ti, o finges como las solteronas que desearían casarse con todos los hombres del mundo. Me gustaría que fueras más sincera para estas cosas, que no te calles nada de lo que sientes y piensas. ¿O tú, cuando piensas en mi, piensas solamente para rezar? Me supongo que no; ni tú eres una santa, ni quiera el diablo que lo seas nunca, ni yo tampoco. Por lo tanto, es una tontería de las más grandes el pasarse la vida martirizándose de tanto desear una cosa y no satisfacer ese deseo pudiendo. Tengo muchas ganas de que me digas sencillamente, como la cosa más natural del mundo: Miguel, quiero darte un beso. Sin preocuparte de lo que la gente ha de decir si te ve, porque eso es hacer lo que la gente quiere y no lo que a uno le sale del alma o del cuerpo. ¿Me entiendes, queridísima Josefina? Pues no te hagas la pava y habla sinceramente de una vez.

Mira: te advierto que no me contestes a esta carta inmediatamente: deja que pasen cinco, seis o siete días: si en ese tiempo no te he escrito yo una tarjeta o un telegrama diciéndote que voy, me contestas inmediatamente. No vaya a ser que tú me mandes la carta y yo esté de camino para ti y Orihuela.

Sigue deseando mi viaje, a ver si logras que lo haga y ponte muy fuerte porque si no me parece que no podrás con todo el cariño que te voy a llevar a la columna. Como me figuro habrás estado esperándome toda esta semana impaciente, te ruego me perdones, queridísima mía, por haberme equivocado, pero yo te juro que he de it antes de quince días, aunque sólo sea para estar una hora a tu lado y después volverme a Madrid. Pero voy a estar contigo lo menos seis

días me parece, si no se malogran los planes que tengo en proyecto:

que es ir a escribir una obra nueva mía que me han pedido de un teatro de Buenos Aires para la temporada próxima, y que aquí me es imposible escribir por el mucho trabajo que tengo encima: enronces me pasaré todo el mes de Agosto ahí, estaré contigo los cinco o seis primeros días del mes, iré a Cartagena donde he de ir a solventar un asunto de la casa donde trabajo cuatro o cinco días y me pasaré escribiendo las dos semanas que me queden en el campo, pero iré a verte los domingos, ¿qué te parece? ¿Magnífico? Pues yo aún quisiera que te pareciera mejor, pero me es imposible porque ya sabes lo que dicen por ahí: antes la obligación que la devoción.

Espero que comas mucho estos días para no estar débil cuando yo te eche todo el gran peso de lo que te quiero sobre la boca y los ojos, nena.

Bueno, ya hablaré más despacio y mejor contigo cara a cara de todo esto. Ya sabia yo que te tenía que disgustar el que te escribiera las cartas a máquina, yo también me disgustaría. Perdóname, Josefina: peto no tengo tinta a mano aquí donde te escribo. En cuanto a lo otro que me dices de que también te pesa no recibir más que una carta mía por semana, piensa en el trabajo que me invade por todas partes y me disculparás.

Hasta muy pronto y ya sabes: no me escribas enseguida por si acaso nos cruzáramos la carta y yo en el camino. No sé, no sé...

Te besa y abraza con todo su corazón, Josefina inolvidable, tu

MIGUEL.

[Membrete de Espasa-Calpe, 5. A., Ríos Rosas, 26. Madrid]


RQNC5  

Me tiraste un limón, y tan amargo
con una mano cálida, y tan pura, 
que no menoscabó su arquitectura
y probé su amargura sin embargo.

Con el golpe amarillo, de un letargo
dulce pasó a una ansiosa calentura
mi sangre, que sintió una mordedura
de una punta de seno duro y largo.

Pero al mirarte y verte la sonrisa
que te produjo el limonado hecho,
a mi voraz malicia tan ajena,

se me durmió la sangre en la camisa,
y se volvió el poroso y áureo pecho
una picuda y deslumbrante pena.

6

 

Umbrío por la pena, casi bruno,
porque la pena tizna cuando estalla,
donde yo no me hallo no se halla
hombre más apenado que ninguno.

Sobre la pena duermo solo y uno,
pena es mi paz y pena mi batalla,
perro que ni me deja ni se calla,
siempre a su dueño fiel, pero importuno.

Cardos y penas llevo por corona,
cardos y penas siembran sus leopardos
y no me dejan bueno hueso alguno.

No podrá con la pena mi persona
rodeada de penas y cardos:
¡cuánto penar para morirse uno!


11

 

Te me mueres de casta y de sencilla:
estoy convicto, amor, estoy confeso
de que, raptor intrépido de un beso,
yo te libé la flor de la mejilla.

Yo te libé la flor de la mejilla,
y desde aquella gloria, aquel suceso,
tu mejilla, de escrúpulo y de peso,
se te cae deshojada y amarilla.

El fantasma del beso delincuente
el pómulo te tiene perseguido,
cada vez más patente, negro y grande.

Y sin dormir estás, celosamente,
vigilando mi boca ¡con qué cuido!
para que no se vicie y se desmande.

12

 

Una querencia tengo por tu acento
una apetencia por tu compañía
y una dolencia de melancolía
por la ausencia del aire de tu viento.

Paciencia necesita mi tormento,
urgencia de tu garza galanía,
tu clemencia solar mi helado día,
tu asistencia la herida en que lo cuento.

¡Ay querencia, dolencia y apetencia!:
tus sustanciales besos, mi sustento,
me faltan y me muero sobre mayo.

Quiero que vengas, flor, desde tu ausencia.
a serenar la sien del pensamiento
que desahoga en mí su eterno rayo.



   Valencia, 27 de agosto 1937

Mi querida esposa y triste Josefina: Desde la tarde que salí de tu lado me encuentro en Valencia, esperando salir de un momento a otro para Rusia. Voy con cuatro compañeros más a asistir a unas representaciones de teatro ruso en Moscú, Leningrado y otras ciudades más, para que me sirvan de estudios y beneficios del teatro que yo haga en España…. Miguel.

París, 30 de agosto 1937

Querida Josefina: Tardarás en recibir noticias mías y no has de preocuparte, porque eso es una causa natural del viaje. Salí de Valencia el sábado, día 28, y he llegado a París esta mañana. Mañana saldremos a las 8, para donde me ha enviado el Ministerio de Instrucción. El viaje durará un mes. En este tiempo procuraré escribirte todo lo posible y lo imposible.

Me acuerdo mucho de España, como si la hubiera perdido para siempre, y de mi española, como si te hubiera perdido para siempre.

Te llevaré varias cosas que te gustan y ya voy pensando en qué te llevaré. Cuidare mucho, nena. No te olvides de quien te quiere bien. Espérame, que cuando vuelva, estaremos juntos más tiempo que hemos estado esta última vez. Aquí, en comparación con la nuestra, la gente me parece de cartón. No hay nada como España y más en estos momentos que vivimos. Recuerdos y abrazos para todos, familia y amigos. Te besa grandemente   MIGUEL.

Estocolmo, 1 de septiembre 1937

Mi querida Josefina: Ayer tarde hemos llegado, los tres compañeros que vienen conmigo y yo a la capital de Suecia. Hemos hecho el viaje de Paris aquí en aeroplano y ha sido el mejor de todos los que he hecho hasta hoy. Esta nación, Suecia, se encuentra a la parte norte de Europa y está compuesta casi por completo de lagos… . Tú recibe siempre mi corazón, que no te olvida ni te traiciona, que cada vez te quiere con más respeto y verdad, al mismo tiempo que fuertes besos y abrazos MIGUEL-JOSEFINA.

Moscú, 8 de septiembre 1937

Mi querida nena: Delante de tu fotografía, después de besarla mucho, mirándote con todos los ojos del cuerpo y del alma, te escribo. Ocho días llevo ya en Moscú y todavía no he conseguido olvidarte, mira tú si será fácil para mí hacerlo. No sabes qué vida más aperreada llevo en esos ocho días de trabajo constante con periodistas y otra cantidad de gente de aquí. Aún no me he despertado y ya está sonando el teléfono de mi habitación, y es que me llama la Peribochi, la intérprete que se llama Peribochi, para que me levante y vaya a cualquier parte donde me espera fulanito de tal para hacerme una interviú, o menganito para tocarme los cojones. Luego tengo que escribir para periódicos, revistas... Anoche me acostaba a las cuatro, aunque aquí el reloj va adelantado dos horas y sólo eran las dos en realidad. La suerte mía es que como mucho y bueno. Me acuerdo mucho de ti a todas horas, pero especialmente a la hora de la comida, porque me gustaría que tú pudieras comer de todo lo que hay por aquí, que no falta de nada. Los rusos comen una barbaridad, y muy despacio…. Da un gran abrazo a mi hijo Manolo, a mi tía Gertrudis, a mi abuela Sangre, a mi tonta Carmen; dales besos y abrazos como si fueran para ti, digo como si no fueran. Dile a Maria que si está bien de abajo y de arriba. Saluda a Carmelo, Enrique, Isabel, Amparo y a todo Cristo. A los primos no dejes de saludarlos por mi. Besa a la monja, abraza a Filomena. Saluda a los tíos José, Josefa, Facundo, Cristóbal, Carmen y San Pedro. Tú no tomes más que el corazón de MIGUEL.   Josefina la tonta rompe los platos y su esposo le dice: tengo pa rato.

Leningrado, 12 de septiembre 1937

Mi querida nena: Ayer he llegado aquí, a Leningrado, donde estaré hasta el 14. Dentro de quince días volveré a tu lado seguramente. Quiero escribirte largo y no sé si podré de aquí a mañana. El 15 saldremos para el sur de Rusia, donde estaremos hasta el 24 o el 25. De allí iremos a Moscú y hasta fin de mes no nos marcharemos a España. Salud, nena. Come y calla. Estoy bastante mejor de mi locura. Grandes abrazos y besos de quien te quiere tanto MIGUEL.

Leningrado, 14 de septiembre 1937

Mi querida Josefina: Acabo de levantarme para escribirte unas líneas, ya que el mucho quehacer que me dan en Rusia no me permite escribirte a todas horas, como yo quisiera. Tengo más ganas de que sepas de mi fuera de España que dentro de ella, y se me antoja que no te escribo porque no recibo contestación tuya. Bueno, yo quisiera saber el estado de salud de mi morena, que sólo sabe estar muda y no me dice si el asunto de nuestro hijo marcha felizmente. No puedo vivir sin saber de ti, aunque a ti te parezca mentira. Me pongo muy serio, muy serio pensando en que te puede pasar algo malo y yo estoy lejos de ti. Como tú eres así, tan poquita cosa, que no comes, que no duermes, que no vives más que para sufrir, sufro pensando y sintiendo todas tus cosas, y más ahora que estoy tan lejos. No sé ya cómo repetirte que comas mucho y de lo más bueno que encuentres, aunque hay tan poco y tan caro que tú eres capaz de no comprarlo por ese motivo. Nunca como ahora quisiera estar a tu lado. Voy a escribir a Valencia para que te envíen dinero, porque como yo voy a tardar quince o veinte días en volver y a ti se te acabará el dinero, quiero que no te falte. Di a las Marianas que les voy a llevar algo y si sé que no se portan bien, especialmente la Carmen, no les daré nada. Mira, es posible que cuando vuelva a España no me dedique más que a mi trabajo de teatro, y no vaya más o vaya poco por los frentes. Descansaré una temporada contigo, si es posible junto al mar, que los dos nos hemos quedado con ganas de estar junto a él este verano, y yo quiero que los meses que te faltan para ser madre y hacerme padre a mí, los pasemos lo más tranquilamente posible. Mira, te estoy escribiendo a toda prisa porque ya me han llamado dos veces por teléfono para que empiece mi tarea por Leningrado. Estoy un poco más gordo: me pesé el otro día y pesaba sesenta y seis quilos. Quiero encontrarte a ti hecha una vaca, aunque después corra yo el peligro de ser topado y aplastado. Muchos abrazos para la familia. Besos para Carmen, muchos si hace caso de ti cuando le mandas hacer alguna cosa y si no uno sólo. A Manolo un gran abrazo de su padre Miguel y a ti lo que ya no puedo darte porque lo tienes recibido hace mucho tiempo, además de un millón de besos y abrazos MIGUEL.

 

Moscú, 16 de septiembre 1937

Mi querida Josefina: Hace unos minutos que he llegado de nuevo a Moscú de Leningrado, de donde salí anoche. Son las doce de la mañana y esta tarde a las ocho salgo para el sur de Rusia, donde voy a estar hasta el día veinticuatro de este mes. Después vendré con mis compañeros de viaje a Moscú, estaré aquí cinco días o seis y marcharé a Leningrado otra vez, porque es allí donde embarcaremos, el día cinco de octubre, para España. Yo quería salir antes, pero la combinación de aeroplanos y barcos no lo permite y he de esperar hasta el día cinco. Mira, tengo una alegría muy grande dentro de mí hoy, porque esta noche he soñado un sueño tan bonito que me parece que es verdad todavía. ¿Sabes qué he soñado? Pues que estábamos juntos en no recuerdo qué pueblo y que con nosotros estaba nuestro hijo. Sé que he soñado que era muy guapo, que se parecía mucho a ti y que yo lo abrazaba mucho, sin decir nada, y que él me miraba con unos ojos más grandes y más hermosos que el mundo entero. He sentido la emoción que voy a sentir de ser padre esta noche y aún me dura la alegría. Que tus sueños se parezcan a este mío, nena guapa, y que no sean tan feos como los que se te ocurren tener de cuando en cuando. Nada de pensar ni soñar cosas malas para que las buenas no se espanten. ¿Te he dicho alguna vez que te quiero? ¿No? Pues te lo digo hoy por vez primera: te quiero. Desde lejos sé mejor hasta qué punto soy capaz de quererte, y no te digo hasta qué punto porque no te lo querrás creer. Tengo la esperanza de que no se habrá perdido ninguna de las cartas que te he mandado y con esa esperanza me tranquilizo, porque a veces pienso si no recibirás todas mis noticias; que te doy casi a diario para que, si se pierde alguna, no lo adviertas. Estoy bastante mejor de mi cabeza y espero que esté completamente bien dentro de poco. Da muchos besos a mis hijas y mi hijo. Abrazos a la tía, la abuela, los primos, los tíos, los nietos, digo, los vecinos, particularmente a María y a Carmelo. Para ti mando cuatro trenes, cinco barcos y cuarenta mil aeroplanos de besos de los buenos MIGUEL.

 

A su familia (2)

Kiev, 18 de septiembre 1937.

Mis queridos padres y hermanos:

Un saludo desde Rusia, que es la nación del trabajo y de los trabajadores y de la alegría. He recorrido casi todo su territorio de arriba abajo en unos días, ya que sólo estoy aquí desde el primero de mes. El cinco de octubre salgo para España de Leningrado, en un barco que me llevará por Londres a Paris y un tren a Port Bou Barcelona-Valencia. A mi y a los compañeros que vienen conmigo nos han agasajado mucho y hemos visto cómo tratan a los niños españoles evacuados, que están como nunca han podido soñar de bien. Me ha servido mucho venir aquí para mi trabajo en España, y los rusos sienten la guerra nuestra como si fuera de ellos. Los rusitos y las rusitas menores en cuanto saben que somos españoles nos señalan con el dedo y nos aplauden y levantan el puño.

Llevaré a mis sobrinos alguna cosa si puedo. Mucha salud para todos. Recuerdos a todos los amigos, particularmente a los padres de Pepito. ¿Está Justino en Orihuela?

Grandes besos y abrazos de vuestro hijo y hermano  MIGUEL.

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                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                             CANCIÓN DEL ESPOSO SOLDADO

He poblado tu vientre de amor y sementera,
he prolongado el eco de sangre a que respondo
y espero sobre el surco como el arado espera:
he llegado hasta el fondo.

Morena de altas torres, alta luz y ojos altos,
esposa de mi piel, gran trago de mi vida,
tus pechos locos crecen hacia mí dando saltos
de cierva concebida.

Ya me parece que eres un cristal delicado,
temo que te rompas al más leve tropiezo,
y a reforzar tus venas con mi piel de soldado
fuera como el cerezo.

Espejo de mi carne, sustento de mis alas,
te doy vida en la muerte que me dan y no tomo.
Mujer, mujer, te quiero cercado por las balas,
ansiado por el plomo.

Sobre los ataúdes feroces en acecho,
sobre los mismo muertos sin remedio y sin fosa
te quiero, y te quisiera besar con todo el pecho
hasta en el polvo, esposa.
….

Nacerá nuestro hijo con el puño cerrado,
envuelto en un clamor de victoria y guitarras,
y dejaré a tu puerta mi vida de soldado
sin colmillos ni garras.



Tus piernas implacables al parto van derecho,
y tu implacable boca de labios indomables,
y ante mi soledad de explosiones y brechas
recorres un camino de besos implacables.

Para el hijo será la paz que estoy forjando.
Y al fin en un océano de irremediables huesos
tu corazón y el mío naufragarán, quedando
una mujer y un hombre gastados por los besos. ))))


No quiso ser.

No conoció el encuentro
del hombre y la mujer.
El amoroso vello
no pudo florecer.
Detuvo sus sentidos
negándose a saber
y descendieron diáfanos
ante el amanecer.
Vio turbio su mañana
y se quedó en su ayer.

VALS DE LOS ENAMORADOS Y 
UNIDOS HASTA SIEMPRE

 

No salieron jamás
del vergel del abrazo.
Y ante el rojo rosal
de los besos rodaron.

Huracanes quisieron
con rencor separarlos.
Y las hachas tajantes
y los rígidos rayos.

Aumentaron la tierra
de las pálidas manos.
Precipicios midieron,
por el viento impulsados
entre bocas deshechas.
Recorrieron naufragios,
cada vez más profundos
en sus cuerpos, en sus brazos.
Perseguidos, hundidos
por un gran desamparo
de recuerdos y lunas,
de noviembres y marzos,
aventados se vieron
como polvo liviano:
aventados se vieron,
pero siempre abrazados.

[13]

 

Besarse, mujer,
al sol, es besarnos
en toda la vida.
Ascienden los labios,
eléctricamente
vibrantes de rayos,
con todo el furor
de un sol entre cuatro.
Besarse a la luna,
mujer, es besarnos
en toda la muerte.
Descienden los labios,
con toda la luna,
pidiendo su ocaso,
del labio de arriba,
del labio de abajo,
gastada y helada
y en cuatro pedazos.

[14]

 

Llegó tan hondo el beso
que traspasó y emocionó los muertos.

El beso trajo un brío
que arrebató la boca de los vivos.

El hondo beso grande
sintió breves los labios al ahondarse.

El beso aquel que quiso
cavar los muertos y sembrar los vivos.

[15]

 

Si te perdiera ...
Si te encontrara
bajo la tierra.

Bajo la tierra
del cuerpo mío,
siempre sedienta.
[19]

 

El corazón es agua
que se acaricia y canta.

El corazón es puerta
que se abre y se cierra.

El corazón es agua
que se remueve, arrolla,
se arremolina, mata.

[20]

 

Tierra. La despedida
siempre es una agonía.

Ayer nos despedimos.
Ayer agonizamos.
Tierra en medio.
Hoy morimos.

 

[22]

 

Cada vez más presente.
Como si un rayo raudo
te trajera a mi pecho.
Como un lento, rayo
lento.
Cada vez más ausente.
Como si un tren lejano
recorriera mi cuerpo.
Como si un negro barco
negro.

[23]

 

Si nosotros viviéramos
lo que la rosa, con su intensidad,
el profundo perfume de los cuerpos
sería mucho más.

¡Ay, breve vida intensa
de un día de rosales secular
pasaste por la casa
igual, igual, igual
que un meteoro herido, perfumado
de hermosura y verdad.

La huella que has dejado es un abismo
con ruinas de rosal
donde un perfume que no cesa hace
que vayan nuestros cuerpos más allá.

(HIJO DE LA SOMBRA)

Eres la noche, esposa: la noche en el instante
mayor de su potencia lunar y femenina.
Eres la medianoche: la sombra culminante
donde culmina el sueño, donde el amor culmina.

Forjado por el día, mi corazón que quema
lleva su gran pisada de sol adonde quieres,
con un solar impulso, con una luz suprema,
cumbre de las mañanas y los atardeceres.


Pide que nos echemos tú y yo sobre la manta,
tú y yo sobre la luna, tú y yo sobre la vida.
Pide que tú y yo ardamos fundiendo en la garganta,
con todo el firmamento, la tierra estremecida.


El hijo está en la sombra: de la sombra han surtido,
y a su origen infunden los astros una siembra,
un zumo lácteo, un flujo de cálido latido,
que ha de obligar sus huesos al sueño y a la hembra.

Tú eres la noche, esposa. Yo soy el mediodía.


(HIJO DE LA LUZ) 

Tú eres el alba, esposa: la principal penumbra,
recibes entornadas las horas de tu frente.
Decidido al fulgor, pero entornado, alumbra
tu cuerpo. Tus entrañas forjan el sol naciente.

 

La gran hora del parto, la más rotunda hora:
estallan los relojes sintiendo tu alarido,
se abren todas las puertas del mundo, de la aurora,
y el sol nace en tu vientre, donde encontró su nido.

El hijo fue primero sombra y ropa cosida
por tu corazón hondo desde tus hondas manos.
Con sombras y con ropas anticipó su vida,
con sombras y con ropas de gérmenes humanos.

 
Hijo del alba eres, hijo del mediodía.
Y ha de quedar de ti luces en todo impuestas,
mientras tu madre y yo vamos a la agonía,
dormidos y despiertos con el amor a cuestas.

Hablo y el corazón me sale en el aliento.
Si no hablara lo mucho que quiero me ahogaría.
Con espliego y resinas perfumo tu aposento.
Tú eres el alba, esposa. Yo soy el mediodía.

III




(HIJO DE LA LUZ Y DE LA SOMBRA) 

Tejidos en el alma, grabados, dos panales
no pueden detener la miel en los pezones.
Tus pechos en el alba: maternos manantiales,
luchan y se atropellan con blancas efusiones.

Se han desbordado, esposa, lunarmente tus venas,
hasta inundar la casa que tu sabor rezuma.
Y es como si brotaras de un pueblo de colmenas,
tú toda una colmena de leche con espuma.

Es como si tu sangre fuera dulzura toda,
laboriosas abejas filtradas por tus poros.
Oigo un clamor de leche, de inundación, de boda
junto a ti, recorrida por caudales sonoros.

Caudalosa mujer, en tu vientre me entierro.
Tu caudaloso vientre será mi sepultura.
Si quemaran mis huesos con la llama del hierro,
verían qué grabada llevo allí tu figura.

Para siempre fundidos en el hijo quedamos:
fundimos como anhelan nuestras ansias voraces:
en un ramo de tiempo, de sangre, los dos ramos,
en un haz de caricias, de pelo, los dos haces.
 

 

 

 

A Josefina Manresa (169)

 

Madrid, 4 de enero 1940

 

 

Mi querida Josefina: Ya estamos en el año nuevo y la vida nueva no ha empezado para ti y para mí todavía. Llevaremos esta vida vieja de los años pasados, que no han sido buenos, pero que, pensándolo bien, alguna alegría nos han dado. Tal día como hoy precisamente recibimos el año pasado la segunda alegría grande de nuestra vida: nuestro segundo hijo. Un año justo ha hecho esta madrugada, y recuerdo muy bien que la del año pasado, mientras tú te quedabas dando vueltas por la casa con el fuego encendido, iba yo calle abajo en busca de la tía y la comadrona. Me acuerdo muy bien de lo que pasó después, y del beso que le di a nuestro recién nacido cuando acabó de nacer. De todo eso me acuerdo y de mucho mas. Acuérdate tú de que mañana hará un año que te hice el primer caldo y no me salió malo del todo. Figúrate si me acordaré de vosotros, Josefina, si tendré ganas de veros. Y en estos días tan señalados para nosotros, las ganas son más que ganas. Pero me las aguanto y tengo paciencia; paciencia que a ti te falta más que a mí,

 

 

 

lo veo en tus cartas y me da rabia que te desesperes. Espera, espera, Josefina. Nuestro si no, ya lo sabes, es esperar. Vendrá mi libertad y seremos felices. Hoy mismo no tienes razón para dejar de serlo. Tu hijo, sano, alegre, contigo, es la felicidad más grande del mundo. Alegrías y tristezas como las que él te dé, nadie te las dará. Ahora, a pesar de todo, sólo es alegría lo que queda. Ten ánimo, sé valiente, vive sin desesperación, por él y por ti. Deja a su padre, no te acuerdes con impaciencia de él, que un día llegará que le tengas con toda tu alma. No, Josefina. Yo te aseguro que no nos cansaremos ninguno de los dos del otro. Siempre he tenido hambre de Josefina y es una comida que no me hartará nunca. Además, es mucha el hambre que estoy reuniendo día tras día y no será posible dejarme satisfecho.

Manolillo de mi alma: sabrás que hoy has cumplido tu primer año y que tu padre te felicita como puede, desde tan lejos. Puesto que ya andas, ven aquí conmigo y aprenderás a ser hombre en la cárcel, donde tantos hombres desaprenden. Me dice tu madre que te gusta mucho el juguete que te he mandado y que te gusta más el biberón. Mejor. A mi me pasaría lo mismo.

 

[Falta el final de la carta. Un aviso del censor, escrito a lápiz azul cruzando la página, dice: «Ser breves o se rompen» ~]

 

 

 

 

 

 

 

A Josefina Manresa (252)

 

Alicante, 26 de septiembre de 194 1

 

 

Mi querida esposa: Ya sé lo que es tener un hijo en brazos, Josefina, y sé que Manolillo me conoce muy bien. A Rosita le decía: mi papá es mío, el tuyo es Paco. Teniéndolo he podido comprobar que está muy alto y muy gordo y que no le ha faltado qué comer aunque tú hayas pasado muchas hambres. Come menos que Rosita, que tiene la barra de una muía. No ha querido ni jamón ni salchichón. Almendras y pasteles si ha comido muchos. Es más hermoso que tú, aunque tiene toda tu cara y tu manera de ser: serio, pero cuando se ríe lo hace con toda su alma. No he comido hasta que se han ido para no perder el tiempo. Ya me dirás si te ha dado el bocadillo y si te ha dicho lo que le encargué para ti. Entre los cuatro han devorado el paquete recibido anteayer tan oportunamente. Me lo ha enviado Carlos Rodríguez Spiteri, Avenida del Generalísimo, 9, Madrid, a quien escribirás diciéndole que yo lo haré cuando pueda y que le recomiendo haga el favor de enviarte a ti directamente cuanto haya de enviar en adelante. Puedes decirle también que dé recuerdos a Vicente. Oye, nena: reclama en la taquilla las 2 ptas. Que te dejaste el miércoles, como me han dicho que hagas en vista de que no aparecen. Da recuerdos a la tía y a la abuela y diles que siento lo de la enfermedad. Una sobrina de la tía Concha me ha dicho que Gertrudis quería juntar dinero para venir a verme y que ninguna de las tres encuentra trabajo. Bueno, Josefina. Da un tirón de orejas a cada uno de mis sobrinos y un beso. Mi niño y tú recibiréis el cariño de vuestro

 

MIGUEL.

 


A Josefina Manresa (253)

 

Alicante, 4 de octubre 1941

 

 

Mi querida esposa: Supongo se te habrá pasado el trastorno que has sufrido, Josefina. Manolillo ha estado enfadado conmigo ayer y debe ser porque no le invito a comer de nuevo. Hoy recogerás sus alpargatas y otro par para Paquito. Reclama el paquete el lunes a quien se lo entregaste y al oficial de paquetes. No consta en la lista la entrada y si la etiqueta era de cartón se la arrancaron. Escribe a Spiteri. Mándame lo que te resulte más barato, Josefina. Cuando vayas a Cox, tráeme el jersey y la manta. Haz un nudo en tu pelo para acordarte.

Manolillo: pronto comerás conmigo, y muchas más veces que esta semana pasada, que ha sido la más corta en estos dos años. No te enfades, hombre. No soy yo quien manda aquí. Si yo mandara, entrarías siempre al jardín a comer. Ya comeremos y viviremos juntos, la mamá, tú y yo. Vuelve a dar a la mamá el abrazo que te dije y tú espera que yo te dé muchos,

 

MIGUEL.

 

 

P.D. Elvira, dime cómo has encontrado a la madre. Creo le habrás dicho que no la olvido y que quiero verla pronto. Abrazos.

 

 

Madrid, 23 de julio 194(1

 

 

Mi querida esposa: Alégrate, Josefina. Me han juzgado y he firmado doce años y un día de prisión menor. No te miento. El fiscal pedía treinta, y al fin me han rebajado dieciocho. No es mucha

 

 

edad doce años. Y a casi todos los condenados a esta pena los suelen poner pronto en libertad. Es posible que me trasladen a un campo de trabajo, o a un penal, donde me darán un pico, y en unos cuantos meses nos veremos juntos. Ha sido una verdadera suerte salir tan bien, y debes alegrarte. Yo estoy contento, a pesar de todo. Ya te contaré detalles del juicio. Oye, nena: me ha sorprendido encontrar tan alto a nuestro hijo. No está muy delgado y se ve que es fuerte. Tú tampoco estás mal, y te encuentro muy guapa, así orno a Carmen, Gertrudis y Conchita. No se nota en la foto ni el hambre ni la pena, y eso me gusta. No pienses cosas triSteS. Guárdarne ese dulce, aunque se te seque con el tiempo caluroso. Le he buscado otra novia a Manolillo. En algo he de perder el tiempo, ya que no lo puedo ganar con él y contigo por ahora. Pide salud y fortaleza a tus santos, para todos, y principalmente pan, que sólo te dará el trabajo. Me da mucho orgullo tenerte por mujer, y si te haces más fuerte aún me dará más. A vivir y a dormir sin preocupaciones, hija. Todo tiene remedio y compostura en esta vida. No digas que tenemos mala suerte, que he visto muchos que la tienen peor. Ánimo, Josefina. Te dejo por necesidad. Adiós. Hasta la vista, Manolillo. Hasta pronto, Josefina. Os quiere

 

MIGUEL.

 


 

RQNC

2

Te me mueres de casta y de sencilla:
estoy convicto, amor, estoy confeso
de que, raptor intrépido de un beso,
yo te libé la flor de la mejilla.

Yo te libé la flor de la mejilla,
y desde aquella gloria, aquel suceso,
tu mejilla, de escrúpulo y de peso,
se te cae deshojada y amarilla.

El fantasma del beso delincuente
el pómulo te tiene perseguido,
cada vez más patente, negro y grande.

Y sin dormir estás, celosamente,
vigilando mi boca ¡con qué cuido!
para que no se vicie y se desmande.

20

 

No me conformo, no: me desespero
como si fuera un huracán de lava
en el presidio de una almendra esclava
o en el penal colgante de un jilguero.

Besarte fue besar un avispero
que me clama al tormento y me desclava
y cava un hoyo fúnebre y lo cava
dentro del corazón donde me muero.

No me conformo, no: ya es tanto y tanto
idolatrar la imagen de tu beso
y perseguir el curso de tu aroma.

Un enterrado vivo por el llanto,
una revolución dentro de un hueso,
un rayo soy sujeto a una redoma.


CANCIÓN DEL ESPOSO SOLDADO

He poblado tu vientre de amor y sementera,
he prolongado el eco de sangre a que respondo
y espero sobre el surco como el arado espera:
he llegado hasta el fondo.

Morena de altas torres, alta luz y ojos altos,
esposa de mi piel, gran trago de mi vida,
tus pechos locos crecen hacia mí dando saltos
de cierva concebida.

Ya me parece que eres un cristal delicado,
temo que te rompas al más leve tropiezo,
y a reforzar tus venas con mi piel de soldado
fuera como el cerezo.

Espejo de mi carne, sustento de mis alas,
te doy vida en la muerte que me dan y no tomo.
Mujer, mujer, te quiero cercado por las balas,
ansiado por el plomo.

Sobre los ataúdes feroces en acecho,
sobre los mismo muertos sin remedio y sin fosa
te quiero, y te quisiera besar con todo el pecho
hasta en el polvo, esposa.
….

Nacerá nuestro hijo con el puño cerrado,
envuelto en un clamor de victoria y guitarras,
y dejaré a tu puerta mi vida de soldado
sin colmillos ni garras.



Tus piernas implacables al parto van derecho,
y tu implacable boca de labios indomables,
y ante mi soledad de explosiones y brechas
recorres un camino de besos implacables.

Para el hijo será la paz que estoy forjando.
Y al fin en un océano de irremediables huesos
tu corazón y el mío naufragarán, quedando
una mujer y un hombre gastados por los besos.

 


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